Enjaulada

Como enjaulada me sentía, quería con ansias escapar, irme fuera  a otro lugar, alzar mis brazos y tocar el cielo. Oprimida sin sentimientos, pero con una sola esperanza, aquella que me llevase a ser feliz, pero, ¿realmente existía la esperanza?

Me acercaba a la puerta de la jaula, encontré el cerrojo pero no sabía dónde estaban las llaves para abrirla. Veía un resplandor brillante, ¿serían las llaves?

Tan lejos las veía, tan cerca estaban. Con cada paso podía respirar cada vez más tranquila, pero en uno de los últimos pasos, resbalé y caí al suelo. Todo era enorme, yo era frágil, nada me motivaba para levantarme, ¿y si era mejor vivir en esa jaula?  Quizás lo único que nos ocurre es que no sabemos aceptar las circunstancias,                                                     queremos superar los obstáculos pero no                                                          conocemos si realmente lo son.





Me quedé aislada del resto en el suelo, empezaba a sentirme bien, me gustaba la jaula,  conseguía quererme a mí misma, pero no olvidaré el sonido del viento, las imágenes situadas tras las rejas, el olor a libertad, la altura necesaria para soñar. Pensé, pensé si me conformaría con eso, ¿por qué no aspirar a algo mejor?

Lo hice, comencé a buscar otra realidad irreal. Cogí fuerzas me levante del suelo frío, puede que mi cuerpo también lo quedase pero estaba arriba, lejos de seguir atrapada en pensamientos. Las llaves seguían ahí, nunca se fueron, aunque no me hicieron falta. Con un brusco golpe de valentía la jaula se abrió, mis alas quedaron dañadas con cicatrices pero no me impidió volar.

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Cerré los ojos tan fuertes que ni la luz llegaba, algo especial llegó a mí, nunca antes experimentado y me hacía sentir realmente bien. ¿Sería aquello tan deseado llamado libertad?
Si lo era, bienvenida sea.





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