La de carne y hueso


"Lo admiro y lo envidio...¿O acaso puedes admirar algo que no envidias? ¿O puedes envidiar algo que no admiras?" -Albert Espinosa.
La envidia me invadía cuando veía a esas chicas perfectas y me comparaba con ellas. Lo tenían todo, eran guapas hasta dar asco, altas y medidas inalcanzables, piel suave y bronceada. Con las máximas notas, rodeadas de sobresalientes, unas celebritos. Tras ellas habían miles de chicos pidiéndoles una mísera oportunidad, chicos que ni los príncipes azules eran como estos y a pesar de eso, ellas les podían rechazar. Más envidia me daban aún cuando veía esa sonrisa colgate, amigos que eran como sus siervos, su dinero rebosando de los bolsillos, y lo mejor de todo se les veían felices. Las admiraba, tanto como las envidiaba, quería ser una de ellas, ¿pero de todo esto qué sería lo de verdad?
Todo es de plástico, no traspasa la piel, está fabricado de un material superficial.
En este tiempo queriendo cambiar, sin darme cuenta de quien soy, sin darme cuenta de que soy más de lo que podría desear. No tengo las medidas 90, 60, 90, soy la chica de la 38,la enana de jardín, esa que se empina para escribir a lo alto de la pizarra.
Intento cubrir mis imperfecciones con maquillaje pero al final acabo lavándome la cara. Mis mejillas sonrosadas, esos mofletes que invitan a ser pellizcados. Soy la chica a la que le gusta el deporte, aunque no esté dotada, aquella que sale a luz cuando refleja en un papel su arte. Aquella a la que llaman empollona sin saber que si soy el desastre andante, la que esconde sus manos bajo las mangas.
La que cuando se siente sola saca las mil y una sonrisas, la que rompe a llorar y la que rompe a reír.
No seré la más rica, pero mi familia, mis amigos, les tengo a ellos.
Nunca dejaré  de ser  la chica más extrovertida, la que tiene bromas que cansan, pero también seré la que se sonroja y empieza a tartamudear cuando está el.
La chica que pasa horas en el espejo y la chica que tiene miedo de él.
La que por más que le digan no se cree guapa, la inocente, la que se enfada.
Puedo ser la más romántica del mundo y a la vez odiar las cursilerías.
A veces resulto egoísta, celosa, manipuladora, pero puedo colocar las piezas de un puzle a mi antojo y si veo que la pieza que da lugar a mi nombre no encaja,  puedo quitarla de ahí, aunque ellos ganen, y yo pierda.
Soy la chica que ahoga sus pensamientos bajo la lluvia, visto de rosa, quiero una corona, y llevo  zapatillas a la vez.
A veces aspiro a ser como el resto, pero permanezco siendo yo.
Soy la chica de sus manías, la que nació con móvil en el lugar de la mano, la que no se cansa de hacer fotos y la que le fastidia salir en ellas.
La que a pesar de no poder distinguir imágenes, se quita las gafas porque él le dijo que se veía mejor.
Soy la que se deja llevar por la gente y la que aprendió a decir no.
Soy la sincera, la que suelta tochos de sentimiento, la silenciosa y la que no se calla.
Transparente como el agua, no puedo ocultar nada. Soy aquella que le echa valor y la que arroja la toalla, la que con cualquier cosa es feliz. La nerviosa y la tranquila, la niña y la madura.
No entrego el corazón por miedo a que me lo rompan, aunque me lo roban.
Intento atrapar los recuerdos, grabo las sensaciones en piel, perdono pero no olvido, amo y me dejo amar.
Busco llegar a la gente y dejarle huella.
Soy testadura, inquieta, la repelente que te saca de quicio pero acabas dándome un abrazo, la que hará lo que sea para que te veas feliz.
No soy perfecta, y cuando lo pretendo ser me alejo más de ello, no soy alguien a quien envidiar, pero soy yo la de carne y hueso, sin imitar.
"Sabía algo, que no era guapo, si no mágico. Y que su magia se confundiría con su belleza" -Albert Espinosa

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