Y seremos felices para siempre

Bajo un susurro, un abrazo y un te quiero seremos felices para siempre
Se me acelera el corazón cada vez que le recuerdo, no se que hubiese pasado si ella hubiese estado hoy aquí a mi lado, ahora cada vez que cuento nuestra historia, un mar de lágrimas inunda mi rostro, pero siempre me deja una sonrisilla dulce.
Recuerdo cuando apenas era un crío, cada verano  iba al pueblo de mis abuelos. Era algo aburrido, pero para mi era un mundo de hadas. Verano tras verano, deseaba ir a aquel lugar y una de las razones era  Amanda.
Amanda era mi única amiga, todos los niños de alguna manera huían de mi, no era capaz de confiar en nadie, solo en ella.
En el verano del 63, cuando nuestro juego de niños empezó a convertirse en una realidad, Amanda y yo fuimos a pasear, cerca del lago, bajo los árboles. Siempre acabábamos en el mismo lugar, un árbol enorme. Allí enterramos una cajita que guardaba nuestras ilusiones, deseos y nuestra amistad eterna.

         A finales de  verano me dijo que se iba a vivir a Irlanda, no me dio ninguna razón ni explicación, solo me dijo asuntos
         familiares. En ese momento era inconsciente, no le tomé importancia, no sabía que pasaría mucho tiempo sin 
        poder verla.
        Cada verano iba aquel lugar. Conforme
         el tiempo transcurría algo en mi se apagaba, no podía sentirla cerca, me
         sentía solo, echaba demasiado de menos su forma de ser. Empecé a darme cuenta que no solo era amistad, empezaba a sentir algo más.
Pasaron los años, dejamos de ser unos niños para convertirnos en adolescentes, aunque no podía presenciar su belleza, todos me hablaban de ella. Volví al pueblecito de mis abuelos, decidí ir hacia aquel lugar, revivir los recuerdos.
Bajo el árbol dentro de la cajita dejé una carta, en ella contaba lo experimentado en esos años que pasé sin ella.Mientras escribía y las lágrimas caían sobre mi rostro, escuché un susurro.Esa voz me sonaba, pero debía estar loco, no podría ser......¡Era Amanda!
No se como me reconoció, había pasado demasiado tiempo, me volví demasiado inseguro, mi luz se apagó, pero recobre mi sonrisa. Estaba preciosa, ya no era esa niña de mejillas sonrosadas, que me chinchaba, pero sus increíbles ojos marrones estaban presentes. Parecía una mujercita,  su imagen era inigualable, demasiada belleza para ser real. Antes de decir un simple hola, me abrazó y me  dijo mi primer te quiero.
Esos segundos eran mágicos, todo lo que sentí de niño se quedaba pequeño.
       Hablamos durante horas y horas, se agotaban las palabras,  me limité a escucharla.
         Presencié que sus sueños se estaban cumpliendo, su nombre en el mundo de la música estaba naciendo. Aunque podría observar una sonrisa amarga, noté que estaba mal, no pude evitar abrazarla, tenía la necesidad de hacer cualquier cosa para que se sintiese mejor. A veces no necesitamos palabras un simple abrazo es la mejor consolación. Minutos después me comentó entre lágrimas lo que le sucedía.
Desde aquel verano del 63, le diagnosticaron una grave enfermedad, ese fue el motivo por el cual se fue a vivir a Irlanda. Allí se encontraban los mejores médicos, pudieron curarle o más bien esconderle su enfermedad. Porque ahora ha surgido de nuevo y es peor. No encuentra solución, quizás eran los últimos años de su vida y quería  pasarlos allí, en aquel lugar. No pude contenerme, intente hacerme el fuerte, pero en ese momento, mi mundo cayó en pedazos.
 Encontré fuerzas, no se donde pero las encontré y le dije que todo saldría bien, que ella tendría que estar viva.
En ese instante algo dentro de mi,  habló, le propuse matrimonio. “Cuando todo esté bien, porque lo estará, te esperaré, dentro de 60 años bajo un altar, vestida de blanco, me dirás si quiero y seremos felices para siempre. Ahora tienes que luchar por tu vida, por mi”
Amanda, me dijo que sí, que se casaría conmigo.
Cada verano, le daba las fuerzas necesarias para que sonriera, cada vez su enfermedad iba a peor, apenas podía mantenerse en pié y lo más asombroso era su sonrisa bajo esas mejillas sonrosadas que jamás se iba.
El último día de verano fui a su casa a buscarla, allí no encontré a nada ni a nadie, solo una carta, en ella decía que marchaba de nuevo a curarse completamente,  que volvería pero debía iniciar un camino hacia la felicidad. Esta vez, tuve miedo, algo no me daba buenas sensaciones, parecía una despedida aunque se lo  prometí, le esperaría.
Un día, algo en mi murió, me dijeron que Amanda ya no estaba, paso a otra vida. Tanto coraje sentí que decidí cortar aquel árbol y desenterrar la cajita, las promesas ya no podían cumplirse. Leí sus cartas por última vez, en una de ellas me dijo que  el final estaba cerca, que fuese feliz, que buscara a otra persona y que lo único que quería en esta vida era que estuviese bien, que mi sonrisa. esa que ella me sacaba quedase impresa en  mi cara. Cuando acabé de leerlas las quemé, pero mi dolor no se iban con las cenizas.
Le hice caso rehíce mi vida, encontré a una persona por la que hoy doy la vida,  la amo, pero no me casé con ella. Le doy las gracias por todo, por ser mi vida, por dame hijos, por darme nietos, por devolverme las ganas de vivir. Si ella no hubiese estado ahora aquí, creo que ni contaría esta historia. 
Como cada domingo, voy a visitar la tumba de mi Amanda, nunca la olvidé, siempre ha sido parte de mi. Pero este domingo es especial,  hace justo 60 años de esa promesa, de ese primer te quiero. Le deje una carta sobre su tumba.
        “Amanda, mi vida, el tiempo pasa, 
         pero  mis sentimientos no, no, no 
         hay día que no derrame una
         lágrima por ti, no  hay día que no te
         eche de menos
         no hay día que no deje de quererte, 
         no hay día en el que no muera de  amor.Tu ya no estás, pero en mi 
          interior estas viva, en mi corazón.  Encontré a una mujer que me ha    hecho feliz, pero no eres tú, un día  volveremos a vernos, y bajo otro  susurro, un abrazo y un te quiero  seremos felices para siempre y        ahora, ¿Te casas conmigo?”
       Al lado de unas flores  rojas como el recuerdo de sus mejilla, dejo unos 
                                                                                                                                                    anillos,  tienen grabado “Tuyo                                                                                                    eternamente"



        Me seco las lágrimas y veo al pequeño 
         de Dani corriendo hacia mi, me da un
         fuerte y abrazo y bajo un susurro, escucho un "te quiero".

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